La vida a veces golpea fuerte. Esta vez ha sido la partida de nuestra querida amiga y compañera Juana Ortíz Sales, quien nos dejó el pasado sábado 18 de febrero 2017.
Se ha ido Juana y será muy difícil hacernos a la idea de que cuando hagamos un curso con las comadronas de la Zona Mam, ella no estará allí.
Mujer valiente, rebelde, muy orgullosa de ser Maya. Quienes no la trataron se perdieron el conocer a alguien muy especial.
Recuerdo su profundo conocimiento de las plantas medicinales de Huehuetenango y su inagotable curiosidad por ellas. Era típico de Juana que cuando íbamos caminando a alguna aldea, ella iba todo el tiempo recogiendo plantitas, explicándonos para qué servían o comiéndose cualquiera que fuera comestible. ¡No paraba! Y seguro que después sacaba de su morral algún elote, una fruta o un huevo cocido para compartirlo con todos.
De carácter fuerte, no tenía ninguna dificultad para decir verdades y denunciar en voz alta que algo no le parecía bien si lo veía como una injusticia en contra de las comadronas tradicionales de las comunidades mayas con las que trabajaba.
Si tuviéramos que definir a Juana en unas cuantas frases, diríamos de ella que era una mujer valiente. Muy valiente. Sacó sóla adelante a sus 5 hijos, hasta que se convirtieron en profesionales. Fue comadrona y curandera autodidacta. No le tenía miedo a nada y se enfrentó muchas veces a cualquiera que quisiera pasar por encima de los derechos de las comadronas con las que trabajaba.
Porque éso fue algo que la caracterizaba: siempre salió en defensa de las comadronas, siempre pensaba en ellas, en sus derechos (ellas, las comadronas… siempre discriminadas por ser mujeres, por ser indígenas, por ser ancianas…). Lo saben bien Ester, mi compañera, con quien tenía una complicidad especial durante todos esos años en los que trabajaron juntas por las comadronas de Huehuetenango y las compañeras de LUNA, la asociación de comadronas tradicionales que contribuyó a formar.
Juana era una mujer Mam, sumamente orgullosa de su idioma. Si lo sabré yo: Juana fue la única persona con suficiente paciencia y constancia para enseñarme algo del hermoso pero difícil idioma Mam, a pesar a mi dura cabeza y mala memoria. Siempre estaré en deuda con ella por haber sido mi maestra.
El amor por su cultura Maya lo expresaba también vistiendo siempre sus trajes de Ixtahuacán: huipiles tejidos por ella misma que causaron admiración cuando viajó a España.
Fue mucho lo que aprendimos de Juana. Son muchos los recuerdos de momentos que vivimos junto a ella: las caminatas por los senderos de las aldeas de Colotenango… las pláticas en la cocina de adobe en su casa en Ixtahuacán… las consultas ginecológicas a las mujeres en la clínica de Ixconlaj… las reuniones con las comadronas mames…
Pero en especial lo que aprendimos de su forma de ver la vida y de vivirla, su buen humor… su dignidad… su valentía si se trataba de defender a una compañera… Eso no se olvida.
Texto y fotos: Joaquín Acevedo
Febrero de 2017.